Hace unas semanas pedíamos en Facebook que, para hacer contenido que de verdad os sirva de ayuda, nos podíais enviar mensajes sobre qué escribir. Una de vuestras sugerencias giraba en torno a la autoestima en TDAH.
Cuando convivimos con cualquier trastorno la autoestima acaba siendo clave y, en bastantes ocasiones, se resiente. A los problemas de autoestima que solemos tener se unen aquellas inseguridades derivadas de nuestra salud mental. Del proceso de comprender por qué actuamos de una forma y no de otra. Del proceso de aceptarnos.
Hoy, vamos a hablar de cómo trabajar la autoestima con nuestros hijos, aunque antes nos gustaría hacer un apunte: reforzar la autoestima no significa hacer elogios. Los elogios son palabras que, está claro, nos pueden hacer sentir bien. Pero si no creemos en nosotros mismos tampoco nos creeremos esos elogios de los demás. Por ello, hacer elogios por los resultados puede estar bien, pero lo que ayuda en realidad es centrarnos en el proceso. En el esfuerzo y el ímpetu de las personas cuando hacen algo. Eso es lo que de verdad debemos valorar y no únicamente los resultados finales.
En TDAH el fracaso escolar es uno de los protagonistas. Por desgracia, nos encontramos con intervenciones aún descompasadas y con niños y niñas a los que no hemos adaptado el sistema educativo. Esto, por supuesto, alimenta el fracaso escolar pero también el estrés, ansiedad y la falta de autoestima. Hoy vamos a centrarnos en esta última.
¿Qué es la autoestima?
Cuando hablamos de autoconcepto nos referimos a la imagen que tenemos de nosotros mismos. La autoestima tiene mucho que ver con ello: es lo que sentimos. Las emociones que despiertan en nosotros las creencias que tenemos sobre nosotros mismos.
Se trata de dos conceptos estrechamente relacionados: lo que creo sobre mí mismo tiene consecuencias en lo que siento sobre mí mismo.
En nuestra autoestima y nuestro autoconcepto influyen lo que escuchamos de los demás: los mensajes de nuestro entorno, ya sean por parte de personas cercanas o por el resultado de aquellas actividades que hacemos o realizamos. Al final nuestro autoconcepto y nuestra autoestima se ven afectados por los juicios que los demás realizan sobre nosotros y que nosotros hemos interiorizado.
Principales factores para construir una buena autoestima
Como decíamos al inicio del artículo, tenemos la creencia de que los elogios sobre los resultados de lo que hacemos refuerzan nuestra autoestima. Es cierto que ayudan y, sin duda, nos hacen sentir mejor. Sin embargo, es importante que antes que los resultados valoremos el esfuerzo y el proceso.
Por ejemplo: Nuestro hijo hoy ha estado 5 minutos más sentado en la mesa mientras comíamos. Pero igualmente ha terminado levantándose y hemos terminado discutiendo. Nosotros búscamos un resultado: que estuviese sentado durante toda la comida. Ese resultado no ha llegado, así que probablemente pensemos que hemos fracasado. No llegarán elogios, pero sí enfados y reproches.
Sin embargo, si a pesar de que no es el resultado que esperábamos somos capaces de decir «Hoy has estado cinco minutos más, te estás esforzando mucho», trasladamos a nuestros hijos un mensaje completamente distinto.
Está claro y sabemos que en el ambiente familiar hacer este tipo de ejercicios es complicado: vivimos con estrés y ansiedad constantes (os recordamos que tenemos una guía con algunos consejos sobre ansiedad en familia y TDAH) y la presión hace que nos centremos en los resultados. Pero poco a poco, podemos ir incluyendo pequeños cambios que nos ayuden.
Además de valorar procesos más que resultados, es importante comprender que la autoestima también se refuerza trabajando el miedo al fracaso. Es importante que entendamos el fracaso como una forma más de aprender que, sí, nos enfada y nos genera impotencia, pero es parte de nuestra vida. Atrevernos a hacer cosas nuevas y empoderar a nuestros hijos para que sean cada vez más autónomos sin miedo al error es esencial.
Por último, aunque podríamos escribir sobre muchos más factores, vamos a hablar del reconocimiento de fortalezas y debilidades, no como un «cosas que puedo hacer y que no», si no como un «cosas que se me dan bien y cosas que reforzaré». Todos, seamos neurotípicos o no, tenemos fortalezas y debilidades. Todos necesitamos mejorar nuestras habilidades e inspirarnos en nuestras fortalezas. Todos debemos ser conscientes de nosotros mismos. Son unas reflexiones y un trabajo a realizar muy importante y delicado, ya que en él no debemos incluir mitos o estigmas.
Cuando necesitamos apoyo en salud mental, a estos factores se añade el de los estigmas que solemos vivir. Por ello, también es importante educar, eliminar mitos y tratar de que el estigma desaparezca. Y esto es tarea de todos.
Pautas básicas para las familias
Aunque siempre os recomendamos que para tratar estos temas acudáis al psicólogo o psicóloga que trabaja con vuestros hijos e hijas, queremos daros algunas pautas básicas que pueden ser de utilidad:
- No hables sobre él ni juzgues a tu hijo ante los demás si él está delante.
- Trata que los mensajes que le lanzas no sean negativos o estén cargados de afirmaciones tóxicas: «eres un desastre», «no sabes hacer nada…».
- Convierte los mensajes negativos en positivos, aportando soluciones a ser posible: «Vamos a hacer esto para ordenar la habitación…», «Buscaremos apoyo para saber cómo hacer esto…».
- Refuerza sus esfuerzos: «lo estás haciendo bien», «cada día avanzas más», «hoy has conseguido esto», «las cosas se consiguen poco a poco».
- Motívales y anímales a hacer cosas nuevas.
- Hazles reflexionar sobre sus fortalezas y, si piensan en sus debilidades, pensar en formas de mejorar o de salvarlas.
- Es importante que sepan qué es el TDAH, entiendan por qué a veces se comportan de manera diferente y, si es necesario, detectemos en que se juzgan a sí mismos para cambiar ese mensaje.