Hace unas semanas os hablábamos de relaciones sociales en TDAH. Como decíamos en ese artículo, es importante trabajar las habilidades sociales y la educación emocional para ayudarles en sus relaciones a lo largo de su vida, por ello, hoy vamos a realizar una introducción a las habilidades sociales. Para comprender de qué hablamos cuando nos referimos a este término y qué habilidades se suelen incluir en este abanico.
¿Qué son las habilidades sociales?
Siguiendo a Vaello Orts (2005) podemos definir las habilidades sociales como un grupo de capacidades que solemos usar en nuestras relaciones con los demás y que nos ayudan a convivir en sociedad. Estas habilidades nos ayudan a comprender a los demás, expresar nuestros sentimientos, respetar nuestros derechos y los del resto, poner límites en nuestras relaciones sociales, solucionar conflictos, superar momentos difíciles… en definitiva, mejorar nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.
¿Qué habilidades sociales solemos trabajar?
Según Goldstein (1980) podemos encontrar diferentes habilidades sociales según la situación a la que nos enfrentamos, así, podemos organizarlas en diferentes grupos:
Habilidades sociales básicas.
- Escuchar.
- Iniciar una conversación.
- Mantener una conversación.
- Formular una pregunta.
- Dar las gracias.
- Presentarse.
- Presentar a otras personas.
- Hacer un elogio.
Habilidades sociales avanzadas.
- Pedir ayuda.
- Participar.
- Dar instrucciones.
- Seguir instrucciones.
- Disculparse.
- Convencer a los demás.
Habilidades relacionadas con los sentimientos.
- Conocer los propios sentimientos.
- Expresar sentimientos.
- Empatía: conocer los sentimientos de los demás.
- Expresar afecto.
- Resolver el miedo.
- Autocompensarse.
Habilidades alternativas a la agresión.
- Pedir permiso.
- Compartir.
- Ayudar a los demás.
- Negociar.
- Autocontrol.
- Defender los propios derechos (asertividad).
- Responder a las bromas.
- Evitar problemas con los demás.
- No entrar en peleas.
Habilidades para hacer frente al estrés.
- Formular una queja.
- Responder una queja.
- Demostrar deportividad después de un juego.
- Resolver la vergüenza.
- Arreglárselas cuando te dejan de lado.
- Defender a un amigo.
- Responder a la persuasión (asertividad).
- Responder al fracaso (resiliencia).
- Enfrentarse a los mensajes contradictorios.
- Responder a una acusación.
- Prepararse una conversación difícil.
- Hacer frente a las presiones e grupo (asertividad).
Habilidades de planificación.
- Tomar decisiones realistas.
- Discernir sobre la causa de un problema.
- Establecer un objetivo.
- Determinar las propias habilidades.
- Recoger información.
- Resolver los problemas según su importancia.
- Tomar una decisión eficaz.
- Concentrarse en una tarea.
Asertividad, resiliencia, autoestima y empatía
Como vemos, a lo largo de la lista anterior, hemos apuntado cómo algunas habilidades son propias de comportamientos asertivos, empáticos o resilientes. La asertividad (capacidad para defender nuestros propios derechos y los del resto sin tener comportamientos pasivos o agresivos frente a las peticiones de los demás o nuestras propias necesidades), resiliencia (capacidad para reponernos ante situaciones complicadas), autoestima (evaluación que hacemos de nosotros mismos) y la empatía (capacidad para comprender los sentimientos del otro y entender cómo se sentirán en diferentes situaciones) están estrechamente relacionadas con la competencia social y, por lo tanto, forman parte de esta lista de habilidades sociales de las que hablábamos. Se trata de habilidades o capacidades que van a influir en nuestra interacción social, ya sea porque son clave en la interacción con los demás o, simplemente, porque van a afectar a nuestras relaciones según tengamos más autoestima o seamos más resilientes, por ejemplo.
Por todo ello, es necesario que comprendamos a qué nos referimos con estos conceptos y cómo forman parte de nuestra competencia social y nuestras relaciones, tanto con los demás como con nosotros mismos.
¿Cómo aprendemos las habilidades sociales?
Somos seres sociales. Desde que nacemos hasta el fin de nuestra vida nos relacionamos con nuestro entorno. Vivimos en grupo y nos relacionamos con diferentes grupos a lo largo de nuestra vida (familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo…). Las habilidades sociales, por tanto, las adquirimos, desde que somos pequeños, a través del ejemplo. Captamos del ambiente y de nuestros adultos de referencia maneras de relacionarnos con los demás, aunque estas no siempre son las adecuadas.
Poco a poco, conforme crecemos, tomamos referencias también de otras personas más allá del entorno familiar: nuestros maestros, amigos… Todo cuenta y lo que aprendemos en el aula también va a ayudarnos a desarrollar nuestras habilidades sociales.
Finalmente, nuestras vivencias nos aportan conocimientos y capacidades únicos. Gracias a nuestra expriencia vital sabemos de qué forma relacionarnos con los demás. Sabemos que ante determinados actos recibiremos diferentes respuestas.
Obviamente, no siempre desarrollamos nuestras habilidades sociales como deberíamos. En ocasiones, porque no tenemos buenos ejemplos en nuestro entorno, en otros casos, porque hay ciertos trastornos o condiciones personales a través de las que nuestra forma de relacionarnos puede ser diferente a la de los demás y, por lo tanto, tener su propio desarollo. En este aspecto, es importante saber evaluar cada caso y mejorar siempre de cara a que tengamos una mayor calidad de vida.