El 14 de junio es el día de la lengua de signos española (LSE), una de las dos lenguas de signos reconocidas en el estado español, juntamente con la lengua de signos catalana (LSC). La lengua de signos española es propia de la comunidad sorda de España y forma parte de un valor intrínseco de las personas sordas, quienes, aunque utilicen diferentes lenguas de signos según su región, comparten una cultura común.
La comunidad sorda no es homogénea, sino que viene conformada por una pluralidad de personas con diferentes condiciones lingüísticas y sociales particulares. Un ejemplo de esta diversidad es el uso de las lenguas de signos, pues no todas las personas sordas las utilizan, ya que la mayoría han sido educadas en un sistema oralista que les impone el desarrollo de la voz y el habla, algo que para una persona que no puede recibir un input auditivo resulta únicamente viable tras un esfuerzo que se prolonga a lo largo de toda su vida, y que suele ser desmesurado en contraste con la experiencia de adquisición de la lengua oral por parte de cualquier persona oyente. Además, el acceso a la información viene sesgado por un sistema que no tiene en cuenta la diversidad lingüística y que pasa por un intento único y total de desarrollar la habilidad de producción oral a través de implantes cocleares, logopedia y rechazo de la lengua de signos.
El sistema oralista del mundo oyente tiene un impacto negativo en el desarrollo cognitivo del niño, quien no puede acceder a una lengua durante el periodo crítico de desarrollo del lenguaje. El impacto de no recibir un input lingüístico durante el primer año de vida se traduce en una desventaja en relación a los niños oyentes quienes, por lo general, cuentan con una lengua que les es accesible desde el primer momento de vida. Por tanto, será complejo para el niño sordo contar con una comunicación completamente fluida sin un esfuerzo enorme por su parte.
¿Y cómo se traduce esto a nivel de salud mental? El impacto de no tener una lengua de niño se traduce en la imposibilidad de desarrollarse como individuo íntegro, de establecer relaciones basadas en la comprensión y la empatía, y, ante todo, de un primer desconocimiento de sí mismo en relación al mundo. De esta forma, los primeros meses y años de vida son fundamentales para el desarrollo cognitivo de la persona y, en el caso de una sordera profunda, este tiempo es clave para el niño. Como afirma Mayberry tras realizar un estudio relacionado con la adquisición del lenguaje antes y después del periodo crítico, hipótesis emitida por E. Lenneberg (1967), es importante dotar al niño de una lengua durante el periodo crítico para que no se perjudique su desarrollo cognitivo y se vea afectado su desarrollo personal y social.
Así, aunque el implante coclear se coloque antes del año de vida, sigue habiendo pérdida en la adquisición del lenguaje y, por tanto, una lengua accesible es indispensable para asegurar el derecho a una lengua natural y propia y a una integridad psicofísica (Trovato, 2013).
En cuanto al adulto sordo, la imposibilidad de relacionarse con la comunidad que le rodea implica un impacto negativo en sus relaciones inter e intrapersonales. En un estudio que involucra a personas sordas, el 41% afirmó que la dificultad a la hora de comunicarse con los demás se traducía en un agravamiento en el estrés familiar y en la salud mental individual. Las personas sordas tienen el doble de posibilidades de sufrir depresión o ansiedad en comparación con las personas oyentes. ¿A qué se debe esto? A las dificultades para acceder al apoyo de su entorno y de profesionales. A la hora de acceder a servicios profesionales en salud mental como psicólogos o terapias de grupo, las personas sordas se encuentran con una barrera comunicativa.
Y, sin embargo, esta barrera es fácilmente rompible. Solo precisa de la curiosidad y la voluntad por aprender su lengua. Porque existe una cultura sorda generada en torno a una lengua de modalidad visual, que resulta natural y propia: la lengua de signos. Cada comunidad sorda tiene su lengua de signos, no relacionada con la lengua oral de la región. Las lenguas de signos no son mímica, sino que surgen de una necesidad de comunicación y son, como cualquier otra lengua oral, una lengua que permite la comunicación total a través de una gramática perfectamente formada. A través de esta lengua compartida, las personas sordas pueden intercambiar conocimiento y acceder al mundo de la cultura sorda, sus valores y su concepción del mundo (Friedner y Kusters, 2014).
Siguiendo la definición de la UNESCO de cultura como el “conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social”, se explican a continuación una serie de particularidades comunes y propias de las personas sordas. La similitud de características que definen la cultura sorda, más allá de las culturas de cada país, tienen que ver con rasgos propios derivados de sus costumbres y sus lenguas. Así, existe una cultura visual en la que el sentido de la vista cobra gran relevancia. La percepción visual, la lengua que se recibe a través de este canal, la mirada siempre fija en quien signa, pues ese es el modo de recibir el mensaje. Y, además de la percepción visual, existe una percepción táctil que se traduce en un mayor contacto físico entre signantes, ya sea para avisarse, para pedir el turno de palabra o para colaborar entre individuos. Son estas distintas formas de estar en el mundo, normas sociales comunes en la comunidad sorda (CHS, 2013).
Hagámonos ahora una pregunta, ¿por qué son las personas sordas flexibles en materia de comunicación? Porque en su día a día se enfrentan a lo que se enfrentaría, por poner un símil, una persona oyente que viaja a un país cuya lengua desconoce completamente. Y que, por mucho tiempo que transcurra, no podrá recibir ni producir su lengua porque seguirá sin serle accesible.
Para terminar, es imprescindible referirse a aquello que fortalece y mantiene vivas a las culturas: la historia, la producción literaria y artística, las costumbres propias de este conjunto de individuos que van ganando visibilidad gracias a las nuevas tecnologías y a su vínculo emocional con su cultura y sus iguales. Es por eso que resulta tan necesario valorar esta comunidad de personas, con su cultura y su punto de vista del mundo. Y, por ello es tan importante conocer la lengua de signos de nuestro entorno y entrar en contacto con las personas sordas. Ofrecerles nuestra comprensión, nuestro apoyo y conocer su realidad para poder sentirnos más cerca.